Cuando el cine adoptó una nueva forma de expresión
En casi seis décadas, el cine ha visto de todo. Ha evolucionado más que otras artes, y muchas de las películas de hoy, incluso las independientes, siguen siendo un reflejo de las innovaciones que Jean-Luc Godard introdujo con su primera película, “Sin aliento”. Esta obra no solo creó un antes y un después en el cine europeo, sino que también dejó una huella profunda en el cine mundial.
Con “Sin aliento”, Godard logró deshacerse de muchas ataduras que limitaban al cine, como los diálogos rígidos y el uso de costosas maquinarias. Se basó en la idea de la cámara-lapicera, popularizada por Alexandre Astruc, donde la cámara se vuelve una herramienta para “escribir la película”. Esto le permitía improvisar, hacer cambios en el acto y usar escenarios reales en lugar de decorados artificiales. La iluminación era muchas veces deficiente, pero ese estilo le daba un aire documental a la ficción que Godard adoraba.
Esto llevó a la noción del director como autor, un concepto que se impuso tanto en la cultura contemporánea que hoy, cuando escuchamos sobre “milanesas de autor” en algún lugar, debemos recordar que, en cierto modo, Godard es también el responsable de eso.
Al filmar, Godard salió a la calle, capturando la esencia de lugares auténticos. Se adentraba en cuartos miserables, aeropuertos y bares, tratando de huir de la pomposidad de los sets de filmación. Para lograr travellings con menos dispositivos, usó una silla de ruedas para su camarógrafo, Raoul Coutard, y lo hacía empujando, llevando el espíritu del peligro y la espontaneidad a cada escena. A veces, al encontrarse con curiosos que observaban su rodaje, simplemente les decía: “¡Sigan, sigan, no miren! ¡Es una película!”
Revolución
El director Richard Linklater, conocido por su trilogía “Antes del amanecer”, considera a “Sin aliento” como una de las películas más importantes jamás realizadas. Su revolución cinematográfica ha perdurado más de 60 años y transformó el cine para siempre, gracias al trabajo no solo de Godard, sino también de figuras como Truffaut y Chabrol.
A los 29 años, Godard ya sentía la presión. Sus amigos de la revista Cahiers du cinéma estaban lanzando sus propias películas. Durante esa efervescencia creativa, se popularizó la frase: “a una película se le responde con otra película”, que decía que los críticos también deberían ser cineastas.
“Nouvelle Vague” es más que un documental sobre “Sin aliento”; es un relato sobre las complejidades que enfrentó Godard en su camino a convertirse en director. La figura crucial fue su productor, Georges de Beauregard, quien apostó por proyectos inciertos con una visión idealista. Los actores, Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg, también jugaron papeles clave en su historia.
Belmondo, amigo y casi un desconocido en el mundo cinematográfico, eligió participar en la aventura de Godard en lugar de aceptar un trabajo más seguro. Seberg, por otro lado, ya era una estrella internacional y una figura controvertida.Rechazó muchos roles y, tras bastantes dudas, aceptó el papel de Patricia, una joven en París que se enreda con un ladrón de autos.
Los orígenes
“Sin aliento” no iba a ser inicialmente una película de Godard, sino de Truffaut. La historia real de un francés llamado Michel Portail, que robó y fue deportado de EE. UU., quedó en manos de Godard cuando Truffaut se ocupó de otros proyectos. A partir de ahí, Godard comenzó a inventar, cambiando escenarios y redefiniendo personajes, homenajeando a su pasión por el cine de clase B estadounidense.
Lo curioso es que la película carecía de créditos —un detalle que puede haber herido algunos egos— y solo incluyó una dedicatoria a Monogram Pictures, famosa por sus producciones baratas. Al final, curiosamente solo aparecía la palabra “Fin”.
Godard comentaba que su objetivo era contar historias profundas, no temas simples. Quería que las escenas se sintieran auténticas y frescas. Desde la primera escena, con Jean Seberg en los Campos Elíseos, su enfoque cambió por completo: improvisar se volvió su norma. Beauregard sintió la presión mientras Godard tomaba notas, a menudo en lugares inesperados.
Esa película, con su ritmo frenético y su estilo audaz, inspiró a una nueva generación de cineastas. No fue un éxito abrumador de taquilla al comienzo, pero su impacto artístico fue innegable.
La crítica
“Sin aliento” llegó más tarde a Argentina, estrenándose en mayo de 1961. El crítico Homero Alsina Thevenet, conocido por descubrir talentos como Bergman, ofreció una reseña algo tibia. Habló de su agilidad y el aire espontáneo que transmitía, pero también cuestionó la valentía de su estilo.
A pesar de esto, la película cautivó al público en Francia, donde estuvo varias semanas en cartel, mientras que en EE. UU. fue recibida con críticas mixtas. Algunos no lograron entenderla, mientras que críticos como Pauline Kael la elogiaron por su frescura y estilo.
Hoy, “Sin aliento” se considera un faro para generaciones de cineastas. Linklater recuerda cómo fue un punto de inflexión en su vida y la de muchos otros, recordándonos que hacer cine no se trata solo de recursos, sino de pasión y audacia.